Por Alberto Mas
Corresponsal de Cubainformación en Buenos Aires
Ya nadie puede discutir que los EE.UU. de Norteamérica está en un proceso de recolonizar el continente americano, su patio trasero, como lo han definido históricamente. Con la instalación de bases militares y con el accionar concreto contra los gobiernos progresistas y revolucionarios de la región, cayeron Manuel Zelaya, en 2009, Fernando Lugo, en 2012, Dilma Rousseff, en 2016, y en Argentina el triunfo electoral de Macri, en el 2015, tras una increíble operación mediática, en Ecuador la traición a la vuelta del camino con Lenin Moreno y, anteriormente, el intento de magnicidio contra Rafael Correa, en 2010.
Con la dignidad de Cuba que se mantiene con firmeza, con la Venezuela Bolivariana movilizada sosteniendo a Nicolás Maduro (a pesar de las guarimbas, el bloqueo comercial y sin olvidar el fallido golpe contra Hugo Chávez en el 2002) y Evo Morales en la Plurinacional Bolivia, que asombra con su independencia y crecimiento económico, a pesar de las operaciones encubiertas que el imperio no deja de realizar (2008-2012-2018).
Ahora es el turno de Nicaragua, el golpe blando, la guerra de IV generación, y todo el arsenal mediático y político imperial contra el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.