Por Francisco Arias Hernández/ Granma
En el 2016 o quizá antes, desde Miami volvieron a escucharse amenazas de guerra contra Nicaragua, cuando las calles de las ciudades de esa nación eran ejemplo regional de seguridad, paz y prosperidad, donde un pueblo muy laborioso y pacífico mostraba orgulloso los avances socioeconómicos de los últimos años de gobierno sandinista, que había logrado la concordia nacional después de los peores experimentos bélicos de EE. UU. en Centroamérica.
Sin justificación alguna y cuando la noticia de Nicaragua en el mundo era el megaproyecto de un gran canal interoceánico, fundamental para la economía de ese país y de la navegación a nivel global, entre Miami y Washington los congresistas que viven de la guerra contra Cuba y Venezuela se empeñaron en crear todo tipo de obstáculo para revertir la prosperidad y la calma de la patria de Augusto César Sandino.
Congresistas de origen cubano en la Cámara de Representantes, primero, y luego en el Senado, introdujeron en el 2016 un proyecto de ley para impedir la entrada de préstamos financieros internacionales a Nicaragua, impedir las inversiones foráneas y frenar el importante desarrollo socioeconómico que experimentaba ese país. El castigo imperial nacido en lo peor de la gusanera anticubana, donde de acuerdo con distintas fuentes comenzó a tramarse desde el 2015, echó mano al manido pretexto de la supuesta falta de democracia; se justificó como «remedio» para «garantizar la transparencia electoral y combatir la corrupción». El resultado de la sucia maniobra fue la «Ley de condicionamiento a la inversión nicaragüense del 2017» (Nicaraguan investment conditionality Act of 2017, Nica Act).
Ileana Ros, Albio Sires, Marco Rubio y Ted Cruz, entre otros, lo más retrógrado y cavernícola del Congreso, de Miami, Texas y New Jersey, apostaron nuevamente por reinventar la contra y echar abajo el gobierno sandinista que una y otra vez demostró contundentemente en las urnas contar con el respaldo de la inmensa mayoría del pueblo. Seguir leyendo #Nicaragua: hilos del complot. →