Hoy vuelve Pepe a ser portada en los medios que celebran su última pepada
Pepe Mujica, el viejito humilde, el que maneja un volkswagen de toda la vida, el que pisa el freno con su chancleta -nunca el acelerador-, siempre un osito de peluche que todos quieren porque ¿cómo no querer a ese viejito con cara de duende que vive en un ranchito y no molesta a nadie?
Pepe el viejito tranquilo, prudente, salvo cuando hay un micrófono abierto y se le sale el “tuerto” y de la “vieja loca”, en pleno proceso de formación de UNASUR, el “loco como una cabra”, en plena guarimba contra el gobierno de Maduro… Y Pepe y su lengua siempre en perfecta sincronía con algún feroz ataque de la oligarquía, siempre convertido en bandera de quienes nos atacan, ahí con sus chancletas y sus uñas encajadas, que, si te fijas, es lo único a que las élites les molestó de Pepe.
Hace un tiempito vi a Pepe en el programa de Jordi Évole, que fue en peregrinación a la famosa chacarita para mostrarle al mundo que se puede ser revolucionario e inofensivo a la vez y que eso es muy bueno. Ahí estaba Pepe, enfáticamente desgreñado, como siempre, contándole a Jordi lo asqueante que es la política regional, enumerando generalidades, obviando, cuidadosamente, los grandes progresos alcanzados en la época en la que el continente marchaba mayoritariamente al paso de los pueblos; separándose de todo aquello, con la nariz arrugada, como intentando quitarse de encima una cucaracha… Y el entrevistador, famoso por arrinconar a sus entrevistados, risueño, escuchando como un niño al cuenta cuentos de la plaza. Una hora de narrativa de mierda, que describía a un continente de mierda, con presidentes de mierda y unos pueblos de mierda que se dejaban volver mierda, donde Pepe flotaba íngrimo en una impoluta tablita. No se salvaba nadie sino él, el viejito humilde que afirmaba frente a la cámara que en su larga y humilde vida no conoció jamás a un líder político que no fuera una mierda. Y todos los que odian a Fidel y a Chávez amaron a Pepe, el patriarca de las revoluciones inofensivas. La soberbia disfrazada de humildad.
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